viernes, 4 de agosto de 2017

¿y si probamos a querernos bien?

DEJEMOS DE QUERERNOS TANTO. PROBEMOS A QUERERNOS BIEN…


El sentimiento está reñido con la velocidad. Queremos llegar a la meta antes de que suene el pistoletazo de salida, terminar las cosas antes de que empiecen, comenzar la casa por el tejado. No respetar ni ritmos ni pausas. No respetar los tiempos que te marcan. En definitiva, ir más rápido de lo que se necesita y lo que se debe…
En fracciones de segundo, a golpe de página y pequeños flashes, vemos pasar por delante de nuestros ojos escenas de dolor, llanto, desgarros de alma y crueldades sin nombre que consiguen que el sentimiento, de manera casi imperceptible, se nos vaya quedando congelado. La capacidad de sentir es nuestra parte más íntima, porque es allí donde nace el amor, la comprensión, la ternura, el placer, la bondad y la piedad.
Resistir todo a tanta velocidad requiere que cada uno organice, o lo intente, las imágenes de eso que llaman la vida. ¿Cómo hacerlo? Arrancando durante minutos las agujas al reloj, deteniéndose en una mirada, paladeando una conversación, creyendo que en lo cercano puede residir lo más bello.
Y así, a todos nos toca vivir dos vidas, la que nos imponen y la íntima. En la segunda, al sentimiento no se le puede hacer correr: tropieza, cae y muchas veces se hace daño. Entonces, solo queda levantarse…

En fin, la vida…

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