Corría el
mes de julio de 2002. Kenny y un grupo de amigos pasaban el día junto al lago
Michigan, disfrutando del calor del sol y el agua fresca.
A
Kenny se le ocurrió una gran idea. «Me pregunto que harían todos si fingiese
que me estoy ahogando».
Dio
unas brazadas hacia el interior del lago y luego empezó a agitar los brazos.
-¡Socorro,
socorro! ¡Me ahogo! ¡Que alguien me ayude!
Un
hombre, al escuchar la petición de auxilio, saltó de la toalla, y se zambulló y
nadó hacia Kenny. Antes de que el hombre llegara junto a él, Kenny empezó a
reír.
-Estoy
bien. Solo era una broma.
El
potencial rescatador no pensó lo mismo.
-Mira,
jovencito, no juegues a ese juego.
-Solo
estaba bromeando –dijo Kenny en su defesa.
Después
del almuerzo, Kenny volvió a nadar hacia el interior del lago y empezó a
“ahogarse” de nuevo. Esta vez, dos adolescentes saltaron para salvarlo. También
ellos opinaron que la broma no era nada divertida.
Una
tercera vez, Kenny pidió auxilio. Nadie le hizo caso. Estaban hartos de sus
bromas. Pero esta vez Kenny no fingía. Se ahogaba de verdad. Pero la gente de
la orilla no se dio cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde.
Las mentiras no siempre son mortales, pero
siempre son destructivas. Arruinan la confianza entre amigos y familiares. Si
quieres que se te conozca como una persona íntegra, di siempre la verdad.
Podría tratarse de un asunto de vida o muerte.