Armonía interior, éxito y felicidad
La armonía interior es más el resultado espontáneo de una manera de vivir
que un objetivo deseado y programado. Los ambiciosos de triunfos y los
inconformes con su tedio buscan dinero, romance, amigos o grados académicos
como estrategias o puentes para alcanzar el éxito o la felicidad que tanto
ansían. La armonía interior, por el contrario, no debe perseguirse; quien
persigue la armonía interior, se está alejando de ella.
La armonía interior, el éxito y la felicidad son cosas diferentes; la
primera es la menos visible de las tres. Mientras que la armonía interior no
puede cuantificarse, los ingredientes del éxito y la felicidad –las riquezas,
las relaciones amorosas, las redes sociales, los estudios formales– son
bastante medibles. También en la forma de actuar para permitir su
manifestación, la armonía interior es bien distinta del éxito y de la
felicidad.
La búsqueda de bienes, parejas, amistades o conocimientos involucran
perseverancia y decisiones, y precisan de adquisiciones, comparaciones,
conexiones o información. Todo esto demanda dedicación y paciencia. No es así
con la armonía interior. Para su surgimiento, ésta requiere de una apertura
pasiva en la cual lo que cuenta no es lo que hacemos sino lo que dejamos de
hacer.
Las abstenciones requeridas son más fáciles de listar que de convertir en
hábitos. Según el Buda, para que nos llegue la armonía interior, tenemos que
suspender opiniones y juicios sesgados, evitar pensamientos y palabras
perjudiciales, y abstenernos de actos y trabajos nocivos. Esta pasividad aplaca
el fanatismo, las adicciones, los odios y la violencia; cuando ello ocurre se
acaban la ansiedad, el estrés y el sufrimiento y florece por sí sola la armonía
interior.
El éxito –en particular el éxito financiero– es evidente y medible; la felicidad,
en cambio, es más difusa. La felicidad se encuentra entre el éxito y la armonía
interior, más cercana de esta última. La felicidad y la armonía interior son
ambos estados de bienestar que, no obstante su proximidad, no son palabras
sinónimas. Aunque quienes disfrutan de armonía interior siempre son felices, no
todo el que parece o dice ser feliz disfruta de armonía interior.
Según la Real Academia, la felicidad es un estado del ánimo que se complace
en la posesión de un bien. La felicidad involucra satisfacción con nuestra
situación; la armonía interior, por el contrario, demanda el desapego de todo.
La felicidad conlleva la presencia explícita de la alegría; la armonía interior
resulta de la ausencia de ansiedad, estrés o sufrimiento.
El número de investigaciones sobre la felicidad –qué es y cómo podemos
alcanzarla– ha literalmente explotado en las décadas recientes. Como no hay
centímetros ni gramos para medirla, los estudios del tema sólo pueden evaluar
la felicidad a través de los indicadores sociales y psicológicos que son
comúnmente asociados con ella.
Los datos obtenidos de millares de encuestados incluyen, entre otras
medidas, la frecuencia del regocijo experimentado, la disponibilidad del apoyo
de familiares y amigos, los ingresos promedios, la satisfacción de las
necesidades básicas, el grado de salud y el acceso a asistencia médica, la
confianza en las autoridades, y el clima de seguridad en el sitio de
residencia. Estas variables son en general gratificaciones o beneficios
tangibles que, sin embargo, tienen poca o ninguna relación con la armonía
interior.
Por otra parte, los estudios sobre armonía interior son escasos, tal vez
por su misma invisibilidad. Hay un repetido retruécano (esto es, la inversión
en los términos de dos cláusulas para contrastar sus sentidos) que viene bien a
nuestro tema: Éxito es tener lo que uno quiere; felicidad es querer lo que uno
tiene. No siendo ni lo uno ni lo otro ¿cómo amarramos la armonía interior con
este refrán?
A sabiendas de que la adición es forzada, cierro esta nota con mi
propuesta: Armonía interior es la aceptación serena de lo que se tiene y de lo
que se carece. La definición no es ni pegajosa ni nemotécnica; ( Def : Técnica de aumentar la capacidad de retención de la memoria. ) distorsiona el
flujo del adagio original y, como si fuera poco, a la mayoría de la gente no le
gusta: “¿Conformarme con mis carencias? ¡Ni loco!”
Su aplicación, sin embargo, bien podría abrirnos el espacio para que la
armonía interior toque a nuestra puerta y, sin invitarla, entre. De repente
–¿por qué no?– detrás de ella se nos cuelan la felicidad y el éxito. Siempre
habrá exitosos felices y felices que vivan armoniosamente.
Fdo Juan Barberá
"Prefiero hablar de ILUSIÓN y OPTIMISMO y dejar a LA ESPERANCITA a un lado , ... que ya me jodió bastante."
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